Educación para el Cambio Social - Revista del ENEOB



Editorial

Presentar un espacio político es a veces más difícil de lo que parece, porque nos obliga a preguntarnos a nosotros mismos quiénes somos, dónde estamos y hacia dónde vamos. Empecemos por ahí.



El todo es más que la suma de las partes

Quiénes conformamos el Espacio Nacional de Estudiantes de Organizaciones de Base somos un conjunto de agrupaciones estudiantiles de universidades, colegios y terciarios de distintas partes del país. Durante años estuvimos, casi sin querer, encontrándonos en distintas instancias y coordinando diferentes iniciativas: desde Encuentros Nacionales por Carrera, hasta intervenciones conjuntas en congresos de federaciones, pasando por marchas, jornadas de lucha, charlas o cátedras. Con el correr del tiempo fuimos tejiendo lazos y trazando puentes que poco a poco construyeron entre nosotros una relación de confianza y compañerismo que, llegado un día, decidimos profundizar. El primer Encuentro Nacional de Estudiantes de Organizaciones de Base fue hace ya casi tres años, donde nos pusimos como objetivo darle una vuelta de tuerca más a nuestras articulaciones casuales. Dejar de vernos individualmente en cada Facultad y empezar a pensarnos inmersos en una universidad, que es similar (por no decir igual) a las otras. Empezar a visualizar de forma más concreta que el modelo educativo de este país atraviesa a todas las instituciones educativas y que existen los mismos problemas en una punta del país y en la otra. A partir de eso, comenzamos a ver que podíamos aportarnos entre nosotros, compartir aprendizajes de luchas y comenzar, así,  a pensar en la posibilidad de articular política a nivel nacional.

Con la paciencia necesaria pero sin injustificadas postergaciones, iniciamos un proceso que entendemos como un aporte a contrarrestar la atomización y superar la fragmentación de quienes nos sentimos parte del movimiento estudiantil. Un movimiento estudiantil que supo ser un actor protagonista de la vida social y política de nuestro país. Un movimiento estudiantil que se intentó adormecer con  años de dictadura y neoliberalismo haciendo de la política una mala palabra, pero que hoy presenta signos de querer despertar nuevamente.

Entendemos la participación en cada uno de nuestros espacios de base como un aporte a la reconstrucción de ese movimiento, tomando como premisa la idea de que no hay recetas para hacerlo y sabiendo que todos y todas tenemos algo que aprender y algo que aportar de y al colectivo. Creemos en la política como arma transformadora ante una realidad que se nos presenta injusta y encontramos en la lucha y la organización la vía hacia el cambio de esa realidad. No nos vemos a nosotros mismos como sujetos iluminados ni pretendemos contarle a nadie ninguna verdad. Por este camino, nos alejamos de una cultura política instalada en  donde siempre es la propia organización la que todo lo sabe, que todo lo dice y todo lo hace. Desde esa perspectiva, entendemos, sólo se puede desarrollar una militancia sin lugar para la autocrítica, casi evangélica, que impide el diálogo con el otro y despoja a la política de todo su potencial transformador. 

Entendemos al diálogo como un instrumento clave para la construcción de una nueva realidad, sabiendo que la lucha por cambiar todo aquello que debe ser cambiado, pasa principalmente por la disputa del sentido común, de las miradas sobre la educación y sobre la sociedad actual. Sabernos como un aporte a algo más grande y buscar el diálogo entre los estudiantes y entre las organizaciones implica reconocer en los otros aspectos, miradas, formas y lógicas de las cuales podemos aprender.  

Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos

La realidad en la que vivimos hoy nos indigna, nos revela. Nos negamos a acostumbrarnos a ver hombres y mujeres durmiendo en la calle, a que pibes y pibas no tengan un plato de comida caliente, y al despojo y la explotación que sufrimos día a día quienes vivimos de nuestro trabajo.

Ante esta realidad de nuestro país, no podemos más que buscar las formas para avanzar hacia un cambio social desde donde estamos, desde nuestro territorio. Así es como nos encontramos con la necesidad de cuestionar la educación que recibimos, en todos los ámbitos e instituciones, desde los cuáles, entendemos, se nos procura formar como sujetos acríticos pero con la capacidad para el desarrollo y el crecimiento de un sistema que creemos necesario cambiar. Reconociendo que existen acciones de resistencia y oposición en su interior, vemos que la educación hoy es entendida y utilizada como una mera herramienta de supervivencia y perfeccionamiento de las relaciones capitalistas de producción. Sin embargo, pensamos que otra educación es posible y apostamos a crear espacios y prácticas educativas que construyan un sujeto crítico, libre y creativo.

Para lograr eso debemos dar la disputa en todos los ámbitos, tanto gremiales como institucionales, sabiendo que estos no son un fin en sí mismo, sino que son un medio para avanzar un paso más. La conducción de un Centro de Estudiantes o la mayoría en un Consejo Directivo, de nada sirve si no es acompañada por la movilización estudiantil y los debates colectivos; pero son, sin duda, espacios de construcción y de disputa. Espacios que legítimamente se ha ganado el movimiento estudiantil en sus luchas históricas y que, quienes nos sentimos parte de esas luchas, no podemos regalar.

Hoy nuestra trinchera es esta, pero como en toda batalla, hay muchas otras trincheras desde donde dar la pelea. Los sujetos transformadores se construyen en la práctica, dando la pelea contra el sistema donde se nos presente. El sujeto político-social de la transformación es una construcción compleja, en la que no pensamos regalarles ni un centímetro a los verdugos de nuestro pueblo. Por eso, con la certeza de que no hay un único sujeto capaz de cambiar esta sociedad, apostamos a la multi-sectorialidad. Y no hacemos de ella una abstracción, sino una búsqueda, articulando y trabajando cotidianamente con distintas organizaciones del campo popular: con los trabajadores que luchan contra la precarización laboral y por el reconocimiento de sus sindicatos; con los desocupados que pelean por cooperativas sin punteros y trabajo digno; con los pueblos originarios que hace siglos defienden sus tierras y buscan construir el “buen vivir” en armonía con el medio que los rodea; con las mujeres y varones que disputan cotidianamente contra el patriarcado para forjar una sociedad más igualitaria entre los géneros; con todos los sectores de nuestro pueblo que día a día van construyendo cimientos firmes para sentar hoy las bases de la sociedad del mañana.


Que nuestro canto tenga otras voces, y que nadie lo pueda callar
Esta publicación es un reflejo de lo que somos, lo que hacemos, y lo que pensamos, una forma más de darnos a conocer. Aquí compartimos las lecturas que hacemos del estado de la educación en nuestro país; analizamos también la coyuntura política y los desafíos del campo popular; luego ampliamos la mirada y discutimos sobre los procesos en curso en Nuestra América; y nos hacemos eco de nuestra identidad para problematizar qué juventud queremos ser. El objetivo final no es una mera transmisión de conclusiones y recetas, sino el abrir un canal de diálogo entre organizaciones y personas, una herramienta, un aporte más al debate colectivo para construir una nueva sociedad. 

No nos conformamos con ser espectadores ni relatores de nuestro tiempo, queremos ser protagonistas y escribir nuestra propia historia. 

Tenemos un gran desafío por delante y mucho que aprender. Se trata de construir un proyecto colectivo, crítico y emancipador. Y sabemos que solos no podemos. Por eso invitamos a leer este material, y nos abrimos a la crítica. Esperamos dudas, inquietudes, ideas. Para que unamos nuestras ganas por cambiar las cosas y las traduzcamos en práctica militante. Porque las cosas no son así, están así, y  vamos a cambiarlas.






Situación Política actual a 10 años del estallido popular del 2011

Introducción

Nos encontramos en pleno año 2011, un año muy especial, en un contexto muy rico para hacer política en el país. En este año, de elecciones nacionales, se ponen en juego proyectos y debates sobre qué país queremos construir y qué estamos construyendo. Los resultados de los debates y de los modelos en pugna definirán el futuro del país en la próxima década. En este marco, se presenta la posibilidad, y el desafío, para las organizaciones del campo popular no visibilizadas en esos debates, de intervenir y de mostrarse como alternativas políticas frente a las disputas entre los sectores de poder. Además, se cumplen diez años del 2001, diez años de un diciembre que fue un punto de inflexión en nuestra historia, que significó un antes y un después para todos los que quisiéramos hacer política, desde las clases dominantes hasta las organizaciones populares, tanto las que venían militando previamente como las que surgen y se afianzan al calor de la rebelión popular del 19 y 20.

Muchos análisis y balances se han hecho del 2001, de la dinámica de organización de las clases subalternas y de la recomposición del poder desde entonces. Ahora, a diez años, y atravesando un gobierno que encarna la reconfiguración de la clase política después del estallido, se reimpulsa la oportunidad de ver los saldos del proceso, que vuelven a desafiar y a ponerse en juego para las organizaciones del campo popular. En especial para la juventud, que es la nueva generación, post 2001, que se anima a tomar la política en sus manos para transformarlo todo y viene siendo protagonista de grandes conflictos –junto con otros sectores-.

El 2001, el antes y el después

Diciembre del 2001, última rebelión popular generalizada en Argentina. Un estallido que recorrió todo el país y puso en cuestión las reglas del juego político corrientes hasta entonces. Sectores populares, jóvenes, trabajadores, piqueteros, dijeron basta al neoliberalismo que hacía años asfixiaba el país trayendo miseria, miedo y apatía. Con diferentes puntos de partida –el 2001 se nutrió de la organización previa de algunos sectores en Buenos Aires y alrededores pero fue un absoluto punto de partida en otros lugares-, el conflicto dejó clara la capacidad del pueblo de salir a la calle y de rebelarse. Implicó la recuperación de la participación política y dio pie a un proceso de organización horizontal, autónoma, independiente, que marcó a fuego el desarrollo de las organizaciones del campo popular.

Con todas nuestras particularidades, diciembre del 2001 no fue tampoco una revuelta aislada: al margen de las limitaciones que el proceso tuvo, de la difusa perspectiva más allá del rechazo a las políticas que se venían imponiendo en el país, es la expresión argentina de una serie de procesos de rebelión frente al neoliberalismo que se dieron en todo el continente en diferentes momentos de la última época y siguen escribiendo las páginas de nuestra historia.

El proceso tuvo sus falencias, sin duda, ya que así como sacudió al establishment sorprendió a los propios sectores organizados, que se encontraron sin la oportunidad de plantear una alternativa a lo que se rechazaba, más que el “que se vayan todos”, expresión del hastío absoluto. No se pudo pasar de lo reivindicativo, de la relación ambigua con el Estado, de rechazo y exigencias, que obturó la posibilidad de una construcción estratégica en ese momento frente a la recomposición del poder hegemónico “por arriba” que efectivamente se daría en los siguientes meses.
 
De cinco presidentes en una semana a ocho años de kirchnerismo (y contando)

En lo álgido del conflicto varios fueron los intentos del régimen para salir del callejón sin salida en que el pueblo lo estaba poniendo. Un desfile de nombres a cargo del Poder Ejecutivo en pocos días es expresión de eso. La salida vino a través de Eduardo Duhalde, quien trató de “poner orden” en un mandato transitorio que terminó con el adelantamiento de las elecciones después de la Masacre de Avellaneda. De ese modo, en 2003 se inicia la gestión de Néstor Kirchner, que continúa actualmente de la mano de Cristina Fernández, y expresa la capacidad de la clase política de recomponerse y adaptarse a las demandas de la época que se abrió post neoliberalismo.

¿Cómo caracterizar al kirchnerismo? ¿Qué es lo central del modelo hegemónico que ha consolidado? Después del menemismo y del gobierno de Fernando de la Rúa, de lo hondo que las políticas neoliberales calaron en todos los sectores, del vaciamiento del Estado, de la extrema pauperización de la vida, y de la crisis en que ese modelo desembocó, el kichnerismo irrumpió para restituir el orden institucional. En este sentido la orientación de sus políticas fue en pos de la recuperación del rol del Estado y su intervención para solucionar las demandas más urgentes de la población. Los primeros años del kirchnerismo se desarrollaron en un contexto de extremas necesidades sociales postergadas, y su atención fue el primer paso para la aceptación y legitimación del nuevo orden. Más aún, con el correr del tiempo muchas de las organizaciones sociales que post 2001 no habían podido dar un paso más desde lo reivindicativo hacia una crítica profunda del sistema, al ver muchas de sus demandas atendidas por el gobierno se plegaron a sus filas, aumentando la base de consenso del mismo. 

Actualmente, y tras ocho años de gobierno, caracterizamos que el gobierno kirchnerista no es una mera continuación del neoliberalismo precedente, pero tampoco es el proyecto nacional y popular que dice ser. La mencionada recuperación de la intervención del estado para atender demandas sociales, la reestatización de algunos servicios privatizados durante los noventa, y en general el haber sabido leer el cambio en el ciclo del capital post crisis del 2001-2002, alejan a las políticas del gobierno de los dictados provenientes del Consenso de Washington aplicados a la Argentina y a toda la región desde las dictaduras de los setentas y profundizados sobre el fin del siglo pasado. 

Pero tampoco se trata de un proyecto de corte nacional y popular: la recuperación de la economía se hizo sobre la profundización de la extranjerización; las empresas más grandes del país siguen siendo las de capitales extranjeros –y son a su vez las que menos puestos de trabajo generan-, sumado al saqueo de nuestros bienes comunes y la extranjerización de la tierra. En cuanto al trabajo, las estadísticas indican que se han recuperado niveles de empleo que habían descendido durante la crisis. Sin embargo, esta recuperación fue a la par del aumento del trabajo precarizado en todos los sectores, incluso en el Estado, y en negro. A su vez, los aumentos de salarios persiguen la inflación pero no la alcanzan, con el resultado de los salarios reales más bajos del último siglo.

Pero, entonces, ¿de dónde viene el apoyo y la legitimidad del kirchnerismo? Los índices de la última década no muestran que se haya mejorado sustancialmente la situación económica de las clases populares. Sin embargo, en los últimos años sí se ha visto una mejora en la calidad de vida de las clases medias lo que lleva a una fragmentación en las demandas. Sobre todo desde 2009 a esta parte, el kirchnerismo buscó apoyo en las clases medias borrando del horizonte la posibilidad de un nuevo “piquete y cacerola, la lucha es una sola”. Pero más importante para entender el apoyo al gobierno suscitado en capas de la población, intelectuales y movimientos, son las políticas que operan en el plano cultural y simbólico más que estructural, que afectaron directamente las subjetividades. En este sentido decimos que la ampliación de la base social del gobierno se ha dado a través de la apropiación por parte de éste de demandas históricas del campo popular, sumado a algunas medidas ‘progresistas’. Dentro de este paquete se encuentran la nulidad de las leyes de impunidad y los consiguientes juicios a los genocidas, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la Asignación Universal por hijo, la estatización de las AFJP, la Ley de Matrimonio Igualitario, etcétera. Hubo un momento de inflexión, la derrota del kirchnerismo en las elecciones legislativas de junio del 2009 –después del conflicto con las entidades agrarias por la fallida resolución 125-, que llevó no a un retroceso del gobierno sino por el contrario a redoblar la apuesta, con más iniciativa política, volviendo a imponer la agenda con este tipo de medidas. Aparejado a esto, el gobierno afianzó lazos con los caudillos del PJ y la cúpula de la CGT, olvidándose del viejo eslogan de renovación de la política. Y saldando también en algún punto la disputa con la oposición, poniendo el eje de los debates hoy al interior del propio kirchnerismo (en un contexto de disputas internas por hegemonizar el espacio político después de la muerte de Néstor Kirchner). La oposición, por su parte, es la derecha funcional, que por una parte por ser descaradamente neoliberal se gana el rechazo de buena parte de la población que no tiene simpatías per se con el gobierno kirchnerista, y por otra parte no puede sintetizar su férrea oposición al oficialismo en un proyecto a largo plazo con el que disputarle. 

Con esta base de legitimidad, el gobierno profundiza su discurso progresista y su diferenciación de “los noventa”. Mientras tanto, cada vez que se ponen en cuestión problemáticas estratégicas como la vivienda, la propiedad de la tierra, y la precarización laboral, la respuesta es la represión, y como muestra de ello se encuentran los últimos conflictos, en el Parque Indoamericano en Villa Soldati, con la comunidad Qom en Formosa, y con los trabajadores tercerizados del Ferrocarril Roca que terminó con el asesinato de Mariano Ferreyra. También se profundiza la criminalización de la pobreza y de la juventud, y allí se encuentra el proyecto de Ley de Baja de edad de imputabilidad que sectores del oficialismo impulsan. Y en general desde lo discursivo el oficialismo se impone violentamente y marginando el discurso alternativo. 

Es en este marco que se están acomodando las últimas piezas de cara a las elecciones nacionales, donde el kirchnerismo sigue jugando, o con la posibilidad de jugar, con hombres fuertes de las provincias como Gioja, Scioli o De la Sota, en algo que las organizaciones afines al gobierno asumen como “contradicciones del proyecto”. Así y todo, con las primeras elecciones provinciales en curso como termómetro para octubre, aunque el panorama es dinámico y los escenarios pueden modificarse, todo parece indicar que el oficialismo resultará ganador una vez más y que el ciclo kircherista no está cerca de su fin. 

Cómo nos encuentra el 2011 

Como decíamos al inicio, este año se desarrolla en un contexto muy rico para hacer política. La politización de la sociedad en general y particularmente de la juventud nos abre la posibilidad de plantear debates y propuestas hacia todos los sectores de la población. A diez años del 2001, la recomposición de las clases dominantes a través del kirchnerismo ha abierto enormes debates al interior de las organizaciones sociales. Las amplias bases de apoyo al gobierno conseguidas a través de medidas progresistas puede ser un piso más alto para el debate, y debe permitirnos avanzar hacia una crítica estructural del sistema. En este sentido las organizaciones del campo popular tenemos el desafío de salir de la defensiva y plantearnos como alternativa política a la izquierda del kirchnerismo, con un horizonte de emancipación que no está contenido en su proyecto. Sin embargo, muchas organizaciones consideran que han visto sus reclamos atendidos por este gobierno y entienden que el debate hay que darlo ‘desde dentro’ del kirchnerismo y no desde afuera, argumento con el que se han sumado a la construcción del proyecto kirchnerista, aunque implique tener que cerrar los ojos más de una vez y excusarse de las políticas pendulares diciendo que “son las contradicciones”. 

Ante la hegemonía de las clases dominantes en el discurso político, tenemos que avanzar en niveles de organicidad y demostrar frente al discurso oficialista que a la izquierda del kirchnerismo sí hay algo. Algo que hoy no disputa poder a los de arriba, pero sí desde abajo, y que es una alternativa para muchos jóvenes que entienden la política de una forma distinta. A 10 años del 2001, el desafío es ese: traspasar lo reivindicativo y ser una alternativa política real de gobierno. Hay una posibilidad de construcción desde las bases, y es la nueva izquierda, independiente, heterodoxa, cuyo auge es posterior al 2001, se afianza después de ese proceso y se desarrolla en el último tiempo.




JUVENTUD, DIVINO TESORO 

I
La relación entre juventud y política es un tema complejo que se ha expresado a través de diversas experiencias a lo largo de la historia del siglo XX en Nuestra América. En el caso concreto de nuestro país, la juventud fue protagonista de diversas luchas inolvidables: como la Reforma Universitaria de 1918 y la participación en el Cordobazo, donde se generó la unidad obrero-estudiantil. No puede dejar de nombrarse la importancia de los y las jóvenes en las organizaciones revolucionarias de los ´70,  que se destacaron por poner el cuerpo a sus ideas de un mundo justo e igualitario. En las últimas décadas al calor de la resistencia al modelo neoliberal, venimos participando de nuevas formas de organización y participación política, con lo cual el significado de la relación juventud-política se ha reconstruido cobrando nuevos sentidos. En la actualidad, y al calor de una nueva dinámica política que se dio en los últimos, ha resurgido la discusión en torno al papel de la “juventud militante”. Nos parece importante debatir que rol debe cumplir la juventud en los procesos sociales. No queremos ser jóvenes conformistas, que en nombre del posibilismo y el pragmatismo se resignan a hacer política con “lo menos malo”. Pensamos que de alguna manera, ese adaptacionismo viene a negar la idea misma de juventud como sujeto social.  

Ahora bien, ¿por qué  hablamos de la “juventud” como un sujeto histórico particular? ¿Qué es lo que la distingue de otros actores sociales más acá y más allá de la cuestión etaria? 

Desde nuestra perspectiva la juventud no es un sujeto preconcebido, sino más bien es una construcción social. Es una actitud hacia la vida, de disconformidad frente al orden establecido. Un período vital en el cual las pautas de “buen sentido” aún no están definidas, aunque sí condicionas, por las normas vigentes. Una etapa en la cual la subjetividad se encuentra aún en un proceso de construcción. Así, la edad se aparece no tanto como una definición juventud, sino más bien como su condición de posibilidad. El período de juventud implica para nosotros una capacidad de no adaptación al estilo de vida (burgués) impuesto por la sociedad, y de soñar, por lo tanto, con otros horizontes. Por eso es que el Che sostenía que la juventud es la arcilla a modelar hacia la nueva sociedad. Porque en ella late la posibilidad de forjar nuevos valores y nuevas ideas, en el camino a un mundo diferente. 

Sin embargo, como decía Salvador Allende, se puede ser “joven viejo” o “viejo joven”. Por esa razón creemos que la juventud como sujeto colectivo es una construcción social, ya que un adolescente obediente, sumiso, adormecido, no es otra cosa que un viejo en un cuerpo joven. En cambio, un viejo como Allende, fue un ejemplo de adultez con potencia juvenil (un “viejo joven”, como él decía). Hacia una sociedad de sujetos jóvenes es a donde nosotros apuntamos: sujetos críticos, cuestionadores, disruptivos. En síntesis, nunca conformes, siempre rebeldes. 

II
En la Argentina al igual que en gran parte de Nuestra América, la última dictadura cívico-militar implico una modificación en el régimen de acumulación que los siguientes gobiernos postdictatoriales acentuaron, modificando notablemente las condiciones de producción y reproducción de las relaciones sociales en desmedro de las clases subalternas. Las consecuencias de la implementación del nuevo modelo de acumulación significó una instancia de pauperización de las condiciones laborales y de vida de la gran mayoría de la sociedad, reflejada en el aumento notable de los índices de desocupación, subocupación, pobreza e indigencia, llegando entre mediados de los años 90’ y comienzos del siglo actual a niveles inéditos. 

Sin embargo, este proceso fue resistido y combatido desde un primer momento. A fines de los años 80’, con el fenómeno del “Caracazo” en Venezuela o los “saqueos” en Argentina, y especialmente desde mediados de la década del 90’, con el alzamiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en el sureste mexicano a inicios de 1994; las puebladas y cortes de ruta en las provincias del norte y sur de la Argentina en 1996, llevadas a cabo en su mayoría por trabajadores/as desocupados/as; y las movilizaciones indígenas y campesinas en Ecuador que precipitaron la caída del gobierno de Abdalá Bucaram en 1997, comenzó a observarse la conformación de nuevas prácticas de protesta y de participación política y social en gran parte de la región. 

Estas expresiones de resistencia y crítica al modelo neoliberal aumentaron notablemente para finales de los años 90’ y hasta el año 2005, al punto que durante dicho período seis presidentes latinoamericanos debieron renunciar (Fujimori en Perú en el 2000, Jamil Mahuad – 2000- y Lucio Gutiérrez -2005- en Ecuador, Fernando de La Rúa en Argentina -2001-, Gonzalo Sánchez de Losada -2003- y Carlos Mesa -2005- en Bolivia) evidenciando la crisis de hegemonía del neoliberalismo.  

III
Durante los 90’ muchos cientistas sociales analizaban que la relación  jóvenes-política se había modificado notablemente respecto a lo que habían sido los niveles de participación juvenil durante los años setenta e incluso a principios de los años ochenta con el “retorno a la democracia”. Para los/as jóvenes la política estaría caracterizada por el desinterés y la apatía, de hecho Ricardo Sidicaro afirmaba que dicho proceso se debía a que durante los años noventa al calor del debilitamiento de las identidades partidarias, como de sus proyectos políticos, sumado a las modificaciones estructurales del Estado, generaron una sensación de malestar hacia la política institucional. Consideramos que dicha afirmación es acertada y errónea a la vez. En primera, instancia, el desinterés y la apatía hacia la política por parte de la juventud durante los años noventa es real, y esto puede observarse en la multiplicación de fenómenos sociales que muestran la queja y el desencanto juvenil para con la política institucional. Sin embargo, y aquí radica el carácter erróneo o incompleto de la hipótesis de estos cientistas sociales, el desinterés no es para con la política como herramienta de cambio social sino con un tipo de política concreto. Con la política tradicional, una política institucional a favor de los sectores dominantes, la política digitada desde arriba. 

Frente a ese estilo de política, los y las jóvenes hemos decidido comenzamos a apostar a la construcción de una nueva política, hemos decidido disputar nuevamente el sentido de la política, ya que creemos que la misma debe ser por y para los de abajo, para aquellos/as que viven bajo la opresión del capitalismo, del imperialismo y del patriarcado y luchan constantemente por su eliminación. Y esta decisión, no es mera arrogancia juvenil sino que se expresa en las experiencias de los movimientos sociales de las últimas décadas. Es en ellos que podemos observar lo que Maristella Svampa denominó como nuevo ethos militante. Los aspectos más significativos de este modelo, están dados en algunos elementos constitutivos de los Movimientos Sociales de Nuestra América, como son la autoorganización y la dinámica de construcción horizontal. La autoorganización se expresa como demanda de autonomía frente a las mediaciones institucionales clásicas (Partidos, Sindicatos, Iglesia, etc.) y es un elemento tanto organizativo como estratégico de los Movimientos Sociales. La autonomía es un principio que garantiza que la intervención y la acción política de las organizaciones no esté condicionada por ningún gobierno de turno, independientemente de la posición que se tenga respecto al mismo. Por otra parte, la dinámica de participación horizontal implica nuevas estructuras de participación que propician la construcción de colectivos horizontales. Ámbitos donde las decisiones son tomadas entre todos y todas mediante distintas instancias que impulsan la participación de la mayoría de los compañeros y compañeras, buscando democratizar la toma de decisiones y formando sujetos capaces de actuar y pensar por sí mismos. 

IV
Este nuevo ethos militante que pretende disputar los sentidos de la política, fue desarrollándose al calor del proceso de resistencia al neoliberalismo, pero en la Argentina podemos señalar un momento de ruptura con la política tradicional, un hito fundacional para la juventud de nuestro país. Hablamos del ciclo de luchas sociales desatado desde diciembre del 2001 a junio del 2002. Durante ese período, el modelo neoliberal expresado en nuestro país en la hegemonía menemista colapsó frente al avance de los clases subalternas y los sectores dominantes se vieron incapacitados de hallar una salida (al menos temporalmente) que recomponga el modelo de acumulación y al mismo tiempo aplacara la movilización popular. Para nuestra juventud ese proceso de luchas significó el bautismo de fuego de este nuevo ethos militante. Bautismo de fuego, que no solo fue simbólico, sino que costó la vida de más de 30 personas durante la insurrección popular del 19 y 20 de diciembre del 2001 y el asesinato de dos referentes políticos de la juventud actual durante la Masacre de Avellaneda en junio del 2002, Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, por  parte de las fuerzas represivas del Estado. 

V
En estos 10 años que nos separan de las rebeliones del 19 y 20 de diciembre, los jóvenes crecimos en niveles organizativos. No hubo sólo un crecimiento del número de organizaciones estudiantiles de base sino que la articulación entre estas últimas se vio reforzada; diversas instancias regionales y nacionales nos encuentran participando, debatiendo y proponiendo para avanzar hacia la (re)construcción de una juventud comprometida con la realidad social de nuestro pueblo.
En los medios de comunicación los y las jóvenes aparecemos como criminales, se nos estigmatiza y se habla de nosotros/as como una generación perdida; es por eso que muchos políticos y periodistas se sorprendieron cuando el año pasado miles de estudiantes secundarios, universitarios y terciarios nos organizamos para reclamar nuestro derecho a una educación pública y digna. Estos (nefastos) personajes no se dieron cuenta que esa lucha fue producto de un proceso que se gestó durante mucho tiempo por abajo, y por eso a la hora de explicarlo no hacían más que recurrir a sus viejas recetas de culpabilidad: “son guiados por…”, “son chavistas”, etc. Además, no podemos dejar de mencionar el caso del compañero Mariano Ferreyra, que fue asesinado por apoyar la lucha de trabajadores tercerizados que exigían su pase a planta permanente; este suceso es uno de los tantos ejemplos que reflejan la solidaridad adoptada por los y las jóvenes con el conjunto de nuestro pueblo y las respuestas que da el gobierno a nuestros reclamos.  

VI
A modo de conclusión, podemos esbozar como idea central, que la juventud argentina, lejos de encontrarse desinteresada y desencantada con la política en general, expresa desde mediados de los 90’ y especialmente a partir de los sucesos posteriores al 19 y 20 de diciembre del 2001, nuevas lógicas de participación y organización política. La activa participación de los y las jóvenes que resistimos contra el neoliberalismo ha modificado el sentido del binomio juventud-política que el pensamiento único de los años noventa intentaba imponer. Hemos puesto en disputa el sentido de la política, generando nuevas herramientas para el campo popular. Herramientas políticas que coinciden en reivindicar la auto-organización y la dinámica de construcción horizontal como elementos constitutivos y estratégicos para la construcción de poder popular. Dónde no prime la visión conformista y desmovilizante que supone que las transformaciones se realizan desde arriba o sólo a partir del estado, sino una concepción crítica y participativa. Una construcción política que apunte a fomentar la participación de amplios sectores de nuestro pueblo. En resumen, política desde abajo y para el cambio social.



Nuestra América resiste y avanza

Estamos convencidos de que, al decir de Mariategui, la liberación de nuestros pueblos no podrá ser “calco ni copia”. Hace algunos años, Nuestra América dio cuenta de su creación heroica haciendo frente al neoliberalismo. El continente se vio atravesado, de manera diversa por la lucha de los sectores populares contra una política económica, social y cultural que se presentaba como la única posible. Esos procesos de lucha fueron diferentes en cada país dependiendo de los pisos previos de experiencia, organización y conciencia de cada pueblo, sin embargo, tuvieron como común denominador el hecho de haberse llevado a cabo al margen, y en algunos casos en contra, de las fuerzas políticas tradicionales. Nuestros pueblos, con un claro componente de la juventud, salían a enfrentar el discurso único. Convencidos de que no sólo era posible, sino que era necesario poner fin a un modelo que condenaba a la desocupación y la exclusión a las mayorías, y cuyos máximos valores eran el individualismo y la mercantilización. Casi una década después, podemos afirmar como consecuencia de esas luchas, el escenario político cambio radicalmente. Nuestra América se demostró dispuesta a dejar de ser “patio trasero”, y para hacerlo, ya no servían las mismas herramientas políticas que heredamos de generaciones pasadas. Al calor de las luchas, surgieron nuevas formas organizativas, que intentaban retomar lo mejor de las experiencias históricas que nos brinda nuestro continente, pero resignificándolas e imprimiéndole la potencia de algo nuevo que estaba naciendo. Una nueva generación empezaba a hacer política, y lo hacía a su manera y sin pedir permiso. Diversos movimientos populares surgieron, o se modificaron profundamente, durante ese proceso de resistencia. A partir de construcciones multisectoriales entre campesinos, trabajadores, juventud, pueblos originarios, mujeres, asistimos a la irrupción del movimiento popular latinoamericano, con nuevas experiencias desde abajo que trazan horizontes de transformación.

Consecuentemente, a nivel institucional también hubo grandes transformaciones políticas, forzando en muchos casos la renuncia de los presidentes (Fujimori en Perú, De la Rúa en Argentina, Sánchez de Losada en Bolivia, son algunos de ellos), y obligando al bloque de poder a modificar sus estrategias.

Como dijo Álvaro García Linera en la conferencia que dio el año pasado en la Facultad de Derecho de la U.B.A., las transformaciones sociales se manifiestan “en el Estado, por encima del Estado y por fuera del Estado”. Es decir, todo proyecto de construcción de alternativa política debe atender estas tres dimensiones del poder, - Estado, gobierno y organizaciones populares -, y la relación entre ellas. Analizándolo desde esta perspectiva, podemos ubicar en nuestro continente, a grandes rasgos, tres bloques de países. Así, encontramos algunos donde el rol del Estado es definido al servicio de un proceso de transformación social; otros donde se plantea la necesidad de la intervención del Estado, pero sólo con miras a intentar paliar los efectos más negativos del capitalismo; y un último grupo enmarcado en los lineamientos clásicos del liberalismo, donde se vislumbra un Estado “gendarme”, que delega prácticamente todas sus facultades en la actividad privada, reservándose el monopolio del poder de policía.

En Venezuela, Bolivia y Ecuador, se vislumbraban gobiernos que, junto con la Cuba Socialista apuntan a gestar alternativas al capitalismo y la globalización neoliberal. Logrando organizar a nivel continental un enfrentamiento con las políticas neoliberales, coronada con un rotundo NO al ALCA durante la Cumbre de los Pueblos en la cara de Bush en Mar del Plata. Pero se sigue intentando superar la resistencia, construir relaciones entre los países de Nuestra América fundadas en las ideas de la Patria Grande con que soñaron Bolívar, Martí y el Che. Es claro que queda mucho camino por recorrer, pero el ALBA expresa hoy un intento por avanzar en esa dirección. Esos procesos, permitieron a nuestros pueblos abandonar el posibilismo, y volver a hablar de Socialismo. Podemos decir que, no sin contradicciones, marchas y contramarchas, expresan procesos con centralidad en la participación popular, que empezaron a andar el camino abierto por aquellas luchas de resistencia. Son la expresión de que podemos construir en realidades concretas mediante avances en la organización autónoma de los sectores populares y en la conquista de derechos fundamentales con una perspectiva hacia el socialismo.

En la actualidad, esas experiencias que a grandes rasgos podemos remitirlas a los países que hoy integran el ALBA, siguen siendo herederas de esas luchas por la independencia de Nuestra América. Esto se verifica en distintos niveles: Por un lado, expresan una permanente confrontación con las políticas imperialistas y neoliberales para la región. Esto se hizo visible, por ejemplo, en las diferentes “soluciones” a la crisis financiera, que lejos del salvataje a los bancos y las grandes empresas, se plantearon alternativas por fuera del marco capitalista. O también, como el propio Chávez expresó en la Cumbre de los Pueblos sobre el cambio climático: “El problema es el capitalismo”. Estos procesos expresan una construcción alternativa que intentan superar la propuesta liberal-conservadora, y al mismo tiempo, ese capitalismo “con rostro humano”, que atados al posibilismo, otros defienden. Al mismo tiempo, si bien expresan en su interior las dificultades de que el poder popular se haga predominante, nos recuerdan que para que las construcciones desde abajo se proyecten hacia un cambio estructural tendremos que recorrer un largo y duro camino atravesado por contradicciones. La participación popular sigue siendo, sino una apuesta en esos países, y es casi tanto como las reformas estructurales a nivel económico, lo que marca la perspectiva socialista en dichos países. A modo de ejemplo: Un primer paso que tuvieron en común fue la nacionalización de los recursos naturales. El paso siguiente, lo dio Bolivia, al avanzar en los debates sobre dejar de pensar en términos de “recursos” e, introduciendo la noción del “buen vivir”, pensar en Bienes Comunes. Es en esos procesos, donde vemos reflejados gran parte de nuestras expectativas de transformación social.

No obstante, los procesos de resistencia al neoliberalismo, no siempre tuvieron su correlato en el plano de la gestación de alternativas. Esa grieta que la lucha popular había abierto en el bloque dominante, no siempre se supo aprovechar desde los sectores populares. Si bien, la vuelta al neoliberalismo ya no era posible, lo que se llevó a cabo fue una reconstrucción del poder hegemónico. Así, surgieron gobiernos que plantean una confrontación con el neoliberalismo, pero no avanzan en reformas estructurales que desafíen los límites impuestos por el capitalismo. En línea con esto, y a diferencia de los países del ALBA, la participación popular es evitada, o condicionada al apoyo de un gobierno o una política específica. Sin embargo, en algunos momentos esa confrontación con el neoliberalismo, es real y es concreta, lo que va generando nuevos pisos para la construcción popular, ya que, muchas veces, se satisfacen demandas históricas de los sectores subalternos. Estos países, entre los que ubicamos a Brasil, Uruguay y Argentina como los más representativos, expresan una política económica neodesarrollista, que en muchos casos mejoró las condiciones de vida de los sectores populares, pero que no se propone ir más allá. Son procesos contradictorios, y por lo tanto, en algunas oportunidades se presentan como aliados de Venezuela y Bolivia en la confrontación con el imperio y, al mismo tiempo, abren sus puertas al FMI y aspiran a ser los socios comerciales de Estados Unidos.

Por otra parte, podemos ubicar en Nuestra América gobiernos claramente alineados con el neoliberalismo. Perú, Colombia y Chile son sus expresiones más cabales. Estos países son la expresión de la política imperial en el continente, convirtiéndose en socios económicos a veces, pero también militares en más de una ocasión. Representan el freno para el desarrollo del proyecto de la Patria Grande, sin embargo, como nos enseñó Fidel, no puede equipararse un pueblo a su gobierno, y tenemos la convicción de que la construcción desde abajo y a la izquierda es la garantía para que la transformación social se lleve adelante.

Nos identificamos latinoamericanistas, y por eso intentamos defender y levantar las banderas de la Patria Grande. Nos identificamos con la Cuba socialista que supo resistir los años en que el neoliberalismo parecía haber llegado para quedarse, con los pueblos que de diversa forma enfrentaron la política dominante, con esos procesos donde se intenta crear una sociedad nueva. Queremos ser parte de esa gesta, y entendemos que el Socialismo del Siglo XXI es la forma de recuperar la historia de lucha de los sectores populares, intentando superar las contradicciones que hicieron que el llamado “socialismo real” cayera junto con el Muro de Berlín. Decimos que somos latinoamericanistas, porque nos sentimos parte de este pueblo mulato, mestizo, negro, obrero y campesino, que no reconoce fronteras y se sabe hermano de los oprimidos. Estamos convencidos de que Nuestra América contiene una visión del mundo que confronta con la hegemónica. En la universidad, nuestro ámbito concreto de militancia cotidiana, intentamos que esa mirada “nuestroamericana” sea parte de la producción de conocimiento. Entendemos que es necesario pelear para cumplir lo que hace casi 50 años pedía el Che: Pintar la universidad de pueblo. Para eso, sabemos que es condición necesaria que accedan a la educación superior las mayorías oprimidas de nuestro pueblo. Sin embargo, no es suficiente. Hace falta recuperar esa mirada propia. Construir una universidad popular, implica disputar no sólo el acceso sino también la producción de conocimiento. En eso ponemos nuestra energía. Eso nos hizo elegir este ámbito de militancia.



La Ley de Educación Superior


Un poco de historia.

La educación superior, no podía resultar ajena a las transformaciones que se dieron en nuestro país, y en gran parte de América Latina, producto de la avanzada neoliberal, que podemos decir, en Argentina se instaura como modelo político económico a través de la dictadura militar. El conocimiento, en el marco de la nueva revolución científico-técnica y la adopción de nuevas formas de organizar la producción, adquiere un valor estratégico. De esta manera, la educación superior, en tanto instancia privilegiada en la producción social de conocimiento, se vuelve un lugar sobre el cual el capital buscará establecer un férreo control. Y ha sido el Banco Mundial, a través de numerosos préstamos y programas, el que ha impulsado una reestructuración para poner a la educación en función de las cláusulas del AGCS y las necesidades del mercado [1]. Los gobiernos de distintos países latinoamericanos implementaron una serie de políticas que contribuyeron a la generación de un nuevo modelo de educación, orientado más bien por los principios de la libre competencia individual y otorgando al Estado un papel de garante de la transparencia de dicha competencia.

Durante el primer gobierno de Carlos Menem, la política de reforma educativa se intensificó y profundizó. Entre 1992 y 1995, se promulgaron tres leyes que sistematizaron los lineamientos del Banco Mundial, convirtiéndolos en la "política oficial" hacia la educación. Se trata de la Ley de Transferencia (1992), que traspasó el sistema de educación inicial, primaria, media y terciaria de la órbita nacional hacia las jurisdicciones provinciales (obviamente, olvidándose de la correspondiente “transferencia” de recursos); de la Ley Federal de Educación (1993), que creó la nueva estructura organizativa para la educación, además de introducir modificaciones en el financiamiento, el rol del Estado y los currículums, entre otros puntos; y de la Ley de Educación Superior (1995) que es la que abre el camino de la reforma en las instituciones de educación superior.

Ya a comienzos del año 1995 comienza a implementarse el Programa para la Reforma de la Educación Superior (PRES), como producto de un acuerdo suscripto con el Banco Mundial y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento. El PRES contó con una inversión de 273 millones de dólares y entre sus principales objetivos podemos mencionar: la reforma del marco legal de la educación superior; la introducción de incentivos para el mejoramiento de la calidad de la educación superior y de la asignación de recursos; la introducción de modificaciones a la distribución de los recursos presupuestarios.

Se desarrollaron en este marco, una serie de programas y modificaciones institucionales, entre los que se destacan el Fondo para el Mejoramiento de la Calidad (FOMEC), la Comisión Nacional para la Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU), la Red de Interconexión Universitaria (RIU) y el Sistema de Información Universitaria (SIU). El FOMEC constituyó una experiencia inédita en la Argentina en lo que hace a la innovación en las formas de asignación del presupuesto público y las fuentes de financiamiento. Si bien la asignación de fondos por vía competitiva ya había sido utilizada para financiar a las instituciones de educación superior, el uso de tal mecanismo había quedado focalizado al área de investigación. Nunca antes había sido usado para financiar cuestiones tales como la mejora de la calidad de la enseñanza o para apoyar procesos de reforma académica, dos de los objetivos centrales del FOMEC.

Las tres leyes del menemismo, así como las numerosas resoluciones y decretos que las complementaron, fueron ampliamente resistidas y generaron grandes movilizaciones de oposición. En el caso de la LES, desde 1991 hasta 1994 se suceden innumerables movilizaciones estudiantiles que demoran el tratamiento del proyecto de ley y condicionan la ofensiva oficial, haciendo cambiar la letra del proyecto permanentemente. En marzo de este año se desatan en La Plata movilizaciones estudiantiles, siendo imitadas en poco tiempo en todas las Universidades del país. Se suceden las asambleas, los cortes de calle, las marchas locales y nacionales, contando con una gran participación estudiantil. Mientras la resistencia universitaria crece, el gobierno -a pesar de haber ganado recientemente las elecciones [2] y de tener mayoría en ambas Cámaras- se ve obligado a hacer unos pequeños retoques en la letra de la ley para que sea aprobada. Una primera sesión en Diputados es frustrada por un Abrazo estudiantil al Congreso [3], que impide la entrada de los legisladores y finalmente el 7 de julio se le da media sanción, pasando a Senadores, donde es aprobada con el Nº 24.521.



Resultados finaLES…


La Ley de Educación Superior significo en nuestro país cambios sustanciales, que resumiremos en los siguientes conceptos:

- La educación es presentada como una mercancía, que como cualquiera de ellas se produce, se compra y se vende al mejor postor. Ya en el segundo artículo se nomina a la educación como un servicio, cuya prestación es responsabilidad neta del Estado.

- En el primer artículo de la LES se establece que la norma legisla para todo el sistema de educación superior. Es decir, coloca a las instituciones públicas y privadas en pie de igualdad, pero las exigencias serán diferenciadas: a las universidades públicas se le exigirá “convivencia pluralista de corrientes”. Se establece para las universidades privadas que “dicho pluralismo se entenderá en un contexto de respeto a las cosmovisiones y valores expresamente aclarados en sus estatutos.”

-En relación al Financiamiento, desde los organismos financieros se ha promovido la modificación de la fuente de financiamiento movilizando más fondos privados, y hacer más eficiente la asignación y utilización de los recursos fiscales. En relación a ello, dice la LES (artículo 58º) que Corresponde al Estado nacional asegurar el aporte financiero para el sostenimiento de las instituciones universitarias nacionales que garantice su normal funcionamiento desarrollo y cumplimiento de sus fines. Para la distribución de ese aporte entre las mismas se tendrán especialmente en cuenta indicadores de eficiencia y equidad. Por otro lado, a través de la incorporación del artículo 59º, se establece que las instituciones universitarias tienen autarquía económica-financiera, en ese marco es que podrán dictar normas relativas a la generación de recursos adicionales a los aportes del Tesoro Nacional, mediante la venta de bienes, productos, derechos, o servicios, subsidios, contribuciones, herencias, derechos o tasas por los servicios que presten, así como todo otro recurso que pudiera corresponderles por cualquier título o actividad. En este punto es en el que se está dando rienda suelta, por un lado al arancelamiento de las carreras; y por otro, a la introducción de actores ajenos a la comunidad educativa.

-La LES regula los órganos de gobierno, lo que desarticula rotundamente el “co-gobierno” que ella misma pregona, y establece la mayoría absoluta para uno de las partes: El Art. 53º: es el que pone condiciones a la composición del co-gobierno, que deberá contar con al menos un 50% de docentes. Y en este mismo artículo exige las condiciones de integración del claustro estudiantil (30% materias aprobadas).

-La Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU) es el organismo encargado de evaluar y acreditar las carreras consideradas como de “interés público”. Está compuesta por 12 miembros (artículo 47º). Siete de los cuales pertenecen directamente al poder político: uno del Ministerio y seis a propuesta del Congreso Nacional. De los restantes, 3 pertenecen al sector público y 2 al privado. Tal composición nos lleva a pensar en la cuestión de la autonomía universitaria. Pues así, la universidad queda sometida a los intereses de los representes políticos de la clase dominante que actúan en distintos organismos ministeriales. En relación a ello, la autonomía académica es liquidada por el mecanismo de fijación de la carga horaria mínima, de los contenidos curriculares y de los criterios sobre la intensidad de la formación. Ya que por la LES (artículo 42º y 43º), todo ello queda a cargo del Ministerio de Cultura y Educación.

- Los resultados de la evaluación de la CONEAU sirven como insumo y como criterio para la asignación de más o menos recursos a las instituciones universitarias. Lo que aparentaba ser un mecanismo para mejorar la calidad académica, es en realidad un mecanismo de mercado, o de premios y castigos económicos a las universidades. Al condicionar la distribución de recursos de manera directa a la evaluación, se está actuando de forma coercitiva, obligando a las universidades a adaptarse lo mejor posible a esa evaluación como forma de conseguir mayores recursos. De esta manera, las decisiones de las universidades dejan de estar basadas en criterios académicos, para basarse esencialmente en el criterio de la necesidad de conseguir recursos. Es importante destacar que el aumento de las asignaciones a una Institución, implica necesariamente una disminución de la partida presupuestaria para otra, porque los recursos presupuestarios no se incrementan.



Resistiendo desde abajo…la izquierda y una nueva ley de Educación Superior.



A partir del momento de la aprobación de la LES, el movimiento estudiantil continua dando batalla para que en la práctica los aspectos más resistidos de la ley no se apliquen, en medio de permanentes amenazas por parte del Poder Ejecutivo Nacional de recorte presupuestario. En este período, fue trascendental la unidad entre estudiantes y docentes, que a través de grandes movilizaciones en todo el país, fue frenando recortes presupuestarios propios de la LES, fundamentalmente los impulsados por Roque Fernandez en 1999 [4], y Lopez Murphy - Cavallo en 2001 [5].

A 15 años de la implementación de la LES, muchas de las organizaciones de la izquierda independiente venimos encontrándonos en la práctica cotidiana, y debatiendo el modelo de educación superior por el que luchamos; algunas de estas organizaciones, nacimos como parte de la resistencia a la privatización y avasallamiento de nuestra educación pública bajo la implementación de la LES y sus mecanismos de ingreso en nuestras universidades, y otras simplemente entendimos esas luchas como propias. Lo cierto es, que a la hora de enfrentar el debate sobre una nueva ley de educación superior, no nos encontramos en el mismo lugar desde el cual resistíamos en los noventa. Por el contrario, nos hemos dado un trabajo y debate conjunto, en el camino de descubrir y delinear el modelo de universidad por el que trabajamos cotidianamente, que se ve plasmado en cada edición del Foro Nacional de Educación para el Cambio Social, como la máxima expresión de ese camino que seguiremos recorriendo. Entendemos que la lucha que hemos dado como movimiento estudiantil a través de todos estos años, se verá plasmada en la proyección/acción política que les otorguemos nosotros mismos, como movimiento estudiantil organizado, a nuestras banderas de lucha. Creemos que cualquier reforma superficial al sistema de educación superior, como las que proponen los proyectos de ley actualmente en debate, sigue garantizando que la educación en nuestro país sea una mercancía a la que solo accederán quienes puedan pagar por ella.


[1] Nuestro país se incorpora a la Organización Mundial del Comercio a principios del año 1995. El Acuerdo General de Comercio de Servicios (AGCS o GATS en inglés) formó parte de los compromisos asumidos por los países de la OMC. Este acuerdo sienta un precedente fundamental: considera a la educación como un servicio, sujeto a las leyes del intercambio comercial en los acuerdos regionales que se firmen o negocien. En la OMC, los “servicios de enseñanza” integran la lista de servicios comerciales, junto a, por ejemplo, los servicios de construcción, los servicios financieros o los servicios de turismo. Asimismo, dentro de los servicios de enseñanza, se consideran cinco categorías: 1) servicios de enseñanza primaria; 2) de enseñanza secundaria; 3) de enseñanza superior; 4) de enseñanza de adultos; y 5) otros servicios de enseñanza.

[2] El 14 de mayo de 1995, Carlos Menem ganó en primera vuelta las elecciones presidenciales, por las cuales es reelegido con más del 50% de los votos, con una diferencia de más de 20 puntos porcentuales sobre el segundo.

[3] El abrazo al Congreso es una medida de lucha surgida en una Asamblea estudiantil de la Universidad Nacional de La Plata, tomada por el resto de las Facultades y garantizada por la movilización de alrededor de 5.000 estudiantes de la UNLP.

[4] El gobierno, esta vez en manos de la Alianza, cambia al ministro de Economía, asumiendo Ricardo López Murphy, conocido por propugnar ideas profundamente conservadoras. Las primeras medidas anunciadas incluyen, entre otros ajustes, un recorte al presupuesto de más de U$S 100 millones. Nuevamente se extienden las asambleas y movilizaciones, lo que hace caer al Ministro y dar marcha atrás las medidas.

[5] A López Murphy lo reemplaza Domingo F. Cavallo, quien fuera presidente del Banco Central durante la dictadura militar (cuando estatizó parte de la deuda externa privada en 1982) y ministro de Economía durante el gobierno de Menem. En julio anuncia un ajuste al nivel de los ingresos de Estado, refrendado por el Congreso por una ley conocida como de “Déficit Cero”. El recorte con el que se inaugura esta ley es del 13% a todos los gastos del Estado, incluido el presupuesto universitario. El movimiento estudiantil nuevamente sale a la calle en todo el país, confluyendo con otros sectores sociales, como los trabajadores estatales y los trabajadores desocupados.


15 puntos por una nueva LES:

Desde el Espacio Nacional de Estudiantes de Organizaciones de Base, hemos elaborado 15 puntos para una nueva Ley de Educación Superior, que representan la acumulación producto de las luchas y debates colectivos que hemos compartido, y que son aquellos puntos nodales que consideramos imprescindibles a la hora de pensar la Educación que queremos. Una educación pública, gratuita, popular, democrática, emancipadora y latinoamericana.
1-La educación es ante todo un derecho y un bien público y social. Partiendo de ellos, debe ser, en todos sus niveles, laica, gratuita, autónoma, pública y cogobernada, latinoamericanista y popular. Rechazamos cualquier forma de mercantilización de la educación.

2-La función de la Educación Superior es la formación humana, científica, social y profesional del pueblo. Tiene como objetivo cultivar el pensamiento crítico, autónomo, emancipador, sembrado en el seno de la realidad de Nuestra América, y de los intereses y necesidades de sus pueblos.

3-Una nueva LES debe tener como pilar la defensa de la autonomía en la Educación Superior de los poderes económicos y gubernamentales como condición básica para poder desarrollar un pensamiento crítico. La Universidad autónoma no es la Universidad autista, sino la que ubica en la libertad de los pueblos el fin último de la construcción de conocimiento.

4-La nueva LES debe establecer que ninguna persona vinculada con crímenes de lesa humanidad pueda acceder a un cargo público en el sistema de educación superior. Asimismo, debe instituir que en las Universidades y todo tipo de Institución de Educación Superior está prohibido el ingreso de toda fuerza represiva estatal y privada.

5-El financiamiento de la Educación Superior Estatal es una responsabilidad única e indelegable del Estado, que debe reflejarse en un presupuesto acorde para el desarrollo de todas las actividades de docencia, investigación y extensión. Es responsabilidad del Estado sostener la gratuidad de la educación de grado y posgrado, así como la creación de políticas que breguen por la permanencia (becas, materiales de estudio, comedores, incentivos, y otros). Es función del Estado garantizar salarios dignos a todos los trabajadores y trabajadoras del sistema educativo.

6-Las empresas no deben ser nunca fuente de financiamiento del sistema de educación superior. De la misma forma, las instituciones educativas no deben ser fuente de servicios profesionales y técnicos con intereses mercantiles, normalmente aplicados a costa de la precarización laboral bajo la forma de pasantías obligatorias o prácticas profesionales.

7-Las formas en que se lleva adelante la Evaluación deben bregar, en primer término, por la protección de la autonomía de la Educación Superior. Cualquier tipo de evaluación académica o institucional debe contemplar las siguientes condiciones:

a) La definición de criterios de evaluación que respeten la autonomía universitaria. Su ejecución debe ser realizada en forma independiente del poder ejecutivo, legislativo y judicial, y de cualquier entidad privada.

b) Debe contemplar la participación de los estudiantes.

c) Debe contemplar la participación de otros actores sociales como sindicatos, movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil.

d) Los resultados de los procesos de evaluación no pueden ser utilizados para definir la distribución de presupuesto, y no pueden acarrear la posibilidad de inhabilitación para expedir títulos.

Rechazamos la CONEAU y cualquier órgano de evaluación que use mecanismos extorsivos violatorios de la autonomía de la Educación.

8-La nueva LES debe abonar a la conformación de mecanismos de autoevaluación democráticos y protectores de la autonomía de las Instituciones de Educación Superior, que cuenten con participación de todos los claustros y donde exista representación de actores como los arriba mencionados.

9-La Ley de Educación Superior no debe definir la forma ni el funcionamiento de los órganos gremiales estudiantiles (centros de estudiantes, federaciones, cuerpos de delegados, y otras instancias de auto organización estudiantil), respetando la libertad de organización gremial y autonomía de funcionamiento de los mismos.

10-La nueva LES no podrá establecer que ningún claustro posea mayoría propia en los órganos de co-gobierno. A su vez, debe señalar que todos los claustros que se desenvuelvan en ámbitos de la educación superior tienen derecho a participación genuina –con voz y voto- en los órganos de co-gobierno.

11-La nueva LES debe explicitar que los trabajadores docentes, por su labor, constituyen un único cuerpo, y por tanto, debe tener una representación única. Cualquier tipo de distinción acorde a la dedicación docente, implica instaurar mecanismos jerárquicos elitistas entre los propios trabajadores.

12-La nueva LES debe instar a integrar a actores sociales como sindicatos, movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil en sus instancias de decisión política.

13-Investigación, docencia y extensión constituyen los pilares básicos de la educación superior y deben contemplarse en todas las instancias que hubiere de concursos, evaluación, etc.

14-Los Institutos terciarios deben generar órganos de co-gobierno de carácter normativo y ejecutivo para legislar y administrar los temas vinculados a su vida política y académica. Las principales autoridades deben ser electas por los propios ciudadanos del terciario. No podrán ser designadas por ninguna instancia de gobierno (ya sea municipal, provincial, o nacional).

15-La extensión debe ser una práctica en la que la universidad se nutra del pueblo y el pueblo de la universidad. La nueva LES debe eliminar el carácter y espíritu asistencialista que perdura en las prácticas de extensión.



FORO NACIONAL DE EDUCACION PARA EL CAMBIO SOCIAL

Los compañeros y compañeras que formamos parte del Espacio Nacional de Estudiantes de Organizaciones de Base (ENEOB) estudiamos y militamos en distintas universidades, terciarios y secundarios del país, con la firme convicción de transformar esta sociedad desigual cuyo sistema político, económico y social está basado en relaciones de saqueo, dependencia y explotación. Tenemos como principios comunes de acción la democracia directa, la autonomía, la formación colectiva y la horizontalidad, sabiendo que éstos no son fines en sí mismos, sino medios para alcanzar aquello por lo que luchamos.

Es en este camino que nos encontramos con la necesidad de cuestionar la educación que recibimos en todos los ámbitos e instituciones donde se procura formarnos como sujetos dóciles, pero hábiles para el desarrollo y el crecimiento de un sistema que creemos necesario cambiar. Reconociendo que existen acciones de resistencia y oposición en su interior, vemos que la educación hoy es entendida y utilizada como una mera herramienta de supervivencia y perfeccionamiento de las relaciones capitalistas de producción. Sin embargo, pensamos que otra educación es posible: en Nuestra Latinoamérica se vienen desarrollando desde hace años otras prácticas educativas que apuestan a construir sujetos críticos, libres y creativos.

Como parte de este proceso, en junio de 2009 decidimos consolidar nuestra construcción como espacio político y organizamos el 1er Foro Nacional de Educación para el Cambio Social en la Universidad Nacional de La Plata. El mismo contó con más de 1500 asistentes de todo el país y América Latina, y participaron intelectuales de la talla de Rubén Dri, Atilio Borón y Maristella Svampa, entre otros, además de distintas organizaciones populares de todo el continente como el MST de Brasil.

La ciudad de La Plata recibió entonces la visita de delegaciones de más de veinte instituciones educativas de todo el país, estudiantes y docentes de universidades nacionales, colegios terciarios y secundarios, además de militantes y educadores de organizaciones sociales y políticas. Los participantes llegaron desde las provincias de Córdoba, Buenos Aires, Tucumán, Río Negro, Neuquén, Santa Fe, Mendoza, La Pampa, Misiones, San Luis, Santiago del Estero, Salta y Capital Federal, y también de Brasil, Venezuela, Colombia, Chile, Uruguay y Nicaragua.

La apertura del foro se realizó en la Sala del Consejo Superior de la UNLP, con la participación de un integrante del ENEOB; Fabiana Cherubin, militante del sector nacional de Educación del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil y la socióloga Maristella Svampa. Durante ese primer día los paneles de debate giraron sobre el eje de la crítica a los distintos aspectos de la educación actual, en particular sobre las relaciones de género, el rol de la ciencia, historia del movimiento estudiantil y el impacto de las políticas neoliberales en la educación, destacándose también la presentación de libros sobre los distintos procesos de. El cierre del viernes por la noche incluyó una mística en la que participaron más de mil personas, con música, video y danza aérea, en homenaje a Carlos Fuentealba, Julio López, Darío Santillán y Maximiliano Kosteki.

El segundo día, el protagonismo fue de las organizaciones populares: Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI), el Frente Popular Darío Santillán, representantes de gremios docentes como ATEN Capital, AMSAFE Rosario y Ademys, militantes de Autoconvocados de Salta y SUTEBA, agrupaciones sindicales y barriales, la Universidad Trashumante, el MTR La Dignidad, Doc Sur, Paredón y Después, Sien Volando, entre otros. Los debates en esta oportunidad se centraron en la multiplicidad de experiencias educativas desarrolladas por los movimientos, desde trabajos de comunicación; arte; danza; carpintería; albañilería; herrería; serigrafía y formación política; hasta el establecimiento de bachilleratos populares reconocidos por el Estado. En ninguno de estos cruces se le esquivó a la tensión entre lo estatal, lo público y lo comunitario que atraviesan estas prácticas, quedando discusiones abiertas que reflejan distintas visiones, que con similitudes y diferencias dialogan en ese campo en construcción.

Del 4 al 6 de Junio de 2010, fue el turno del 2º Foro Nacional de Educación para el Cambio Social, del cual participaron unas 3.500 personas. En esta oportunidad, la anfitriona fue la ciudad de Córdoba, que nos recibió el día viernes en la Ciudad Universitaria, y a partir del sábado en el Colegio Manuel Belgrano. La 2º edición del Foro, fue destacada no sólo por su importante convocatoria casi duplicando el número de participantes del 1º Foro en La Plata, sino porque también logró reunir a distintas universidades del país, organizaciones y experiencias estudiantiles, educativas, territoriales, sindicales y culturales, además de delegaciones de Chile, Bolivia, Uruguay, Brasil, Colombia y Venezuela.

En los paneles pudimos debatir e intercambiar opiniones con Atilio Borón, Maristella Svampa, Claudia Korol, Omar Acha, Horacio Etchichury y Modesto Guerrero. Además, realizamos una teleconferencia con el sociólogo norteamericano James Petras y un panel de cierre con Movimientos Sociales de América Latina. En esta oportunidad hubo más de 20 talleres de debate que vinculaban la educación a distintas temáticas: género, comunicación, arte, bienes comunes, pueblos originarios, derechos humanos, mercantilización, y movimiento estudiantil, entre otros. Todas estas actividades estuvieron acompañadas de muestras permanentes, presentaciones de libros, mesas de publicaciones y pasantías a experiencias educativas y culturales en barrios de Córdoba.

La jornada del viernes se inició con una presentación donde se proyectaron imágenes del 1º Foro Nacional de Educación para el Cambio Social realizado en La Plata el año anterior, y un panel a cargo de Héctor Smuchler, Hernán Ouviña y Ezequiel Adamovsky, en el cual los expositores tomaron como referencia el Bicentenario e hicieron un recorrido por las la historia argentina y la educación en nuestro país 200 años después.

Varios fueron los debates que atravesaron los paneles esa misma tarde, entre ellos, la mercantilización del conocimiento y la reforma de la Ley de Educación Superior. En este sentido, se pensaron propuestas para superar las problemáticas de nuestro sistema universitario y se visualizó la necesidad de incluir una perspectiva que vincule la docencia, la extensión y la investigación a nuestra realidad latinoamericana y que privilegie una construcción de saberes crítica, creativa y vinculada a las necesidades colectivas. Otro fuerte debate tuvo lugar en el panel sobre los medios de comunicación como generadores de opinión, donde hubo una activa intervención del público.

El sábado se inició con otros dos paneles: educación y arte y prácticas alternativas de educación. En ellos se reflexionó sobre la educación formal e informal, y se profundizó sobre el concepto de educación popular y experiencias concretas para llevarla adelante. Posteriormente, tuvo lugar el debate respecto a la academia y el rol de los intelectuales. Allí se interpeló el lugar que ocupan los intelectuales en los procesos de transformación social y qué papel desempeñan, no sólo dentro del ámbito académico, sino también en relación a los movimientos sociales y otras organizaciones. Por la tarde, fue el turno de la teleconferencia con James Petras, que recibió preguntas respecto a las perspectivas y desafíos de América Latina, desarrollando un análisis de coyuntura internacional que atravesó la crisis económica, sus consecuencias políticas y formas de resistencia. Esa misma noche, el panel de cierre estuvo protagonizado por movimientos sociales de América Latina, en el cual participaron organizaciones de Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, y Venezuela. Allí quedaron plasmadas distintas experiencias del campo popular, aportando elementos para pensar un proyecto contrahegemónico en lo que hace a la educación, y más aún, a un modelo de sociedad.

Finalmente, el domingo llegó el turno de los encuentros por carreras y donde también se generaron espacios que nuclearon a estudiantes latinoamericanos, secundarios, terciarios y experiencias culturales.

Este 2º Foro de Educación para el Cambio Social nos permitió reunirnos una vez más para avanzar en la construcción de un nuevo modelo de educación, consientes de que es una búsqueda que no pueda reducirse a recintos académicos sino que debe sumar voces de distintos sectores y apostar a la construcción de una sociedad diferente, centrada en las necesidades de las grandes mayorías y en la voluntad del pueblo. En este sentido, el Foro es un paso más, un punto de partida para reflexionar sobre la educación que tenemos y la educación que queremos, asumiendo la responsabilidad de continuar estos debates en nuestras universidades y en nuestras organizaciones.



Este año le toca a Buenos Aires recibir al Foro Nacional de Educación para el Cambio Social. Entre el 3 y el 5 de junio la zona de plaza Houssay será el epicentro de toda la actividad. Esperamos seguir acrecentando los niveles de participación, recibir grandes contingentes de las distintas provincias y avanzar en los debates para la construcción de una educación que nos permita construir sujetos críticos, libres y creativos. Para eso están planteados 4 paneles centrales, 9 paneles secundarios y más de 50 talleres y pasantías con diversas temáticas. Esperamos tu participación y tu aporte.
NOS VEMOS EN EL...
3º  Foro Nacional de Educación para el Cambio Social
Del 3 al 5 de junio de 2011 - UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES